Entrevista a Juana Sapire

Propuestas sobre las dos formas de comprender a un cineasta

Por María Victoria Romero

El cine de Santiago Álvarez nos transformo, nos cautivo, cambio nuestro modo de ver el cine, pero sobre todo despertó sentimientos que moldearon la cimiente del Cine de la Base. De la entrevista a Juana Sapire.

Juana Sapire mantiene viva la obra de Raymundo Gleyzer. Esposa y compañera, durante muchos años, fue la sonidista del Grupo Cine de la Base. Desde 1977 vive en Manhattan. Después de su exilio en 1976, debió transitar un largo derrotero, junto a Diego, el hijo de ambos.
En este breve texto, reproducimos parte de un dialogo que mantuvimos con Juana, en relación con la obra de Santiago Álvarez, y del viaje que realizó junto a Raymundo Gleyzer a Cuba.

¿Qué los motivó a viajar a Cuba?

En 1969 viajamos a Cuba desde Praga, ¡viaje terrible de 23 horas! Raymundo feliz, porque lo que más le gustaba era viajar en avión. Mandábamos las notas a Buenos Aires, a Telenoche, donde Ray trabajaba. En realidad mandamos notas durante un viaje de dos años por Europa, cosa que se le ocurrió a Raymundo. Fue muy interesante el material, y así salimos desde Praga a Cuba.

¿Cómo llegan a la obra de Santiago Álvarez?

Apenas llegamos a La Habana fuimos al ICAIC y nos encerramos por horas a ver películas; hasta ese momento nunca habíamos visto nada de cine cubano. Lo que más quería Raymundo era ver cine cubano, cosa que no podíamos hacer en la Argentina.
Y nos sentamos solos en la sala, y entonces vemos la escena en Vietnam, la filmación de una ejecución verdadera, el vietnamita en el suelo ruega por su vida, a la izquierda del cuadro el militar le dispara a la cara y lo remata con otro tiro ya en el suelo. ¡Y basta! Limpito, documental puro. El arte de Santiago, hacerte sentir esto a flor de piel, te destrozaba el alma. Nunca se había visto algo asi, o por lo menos nunca habíamos sentido esto viendo una película.

¿Tuvieron algún contacto con Álvarez?

No, no lo vimos mucho a Santiago entonces, estaba filmando, y nosotros en el campo, filmando con la gente del lugar, en las escuelitas rurales, lo nuestro... Nos fuimos a filmar fuera de La Habana, cuatro personas en un jeep destartalado, pero eso es otra historia...
Luego estuve con Santiago en algunos festivales, donde era el más atento, inteligente y ocurrente. Hospitalario, nos invitaba a su casa, la de siempre, donde todavía su mujer Lázara conserva y hace conocer la obra de Santiago. ¡Con ella también compartí hace poco una muestra en Venezuela, donde se hacían sendos homenajes a Santiago y a Raymundo, todavía dando la lucha, despertando conciencias!


Juana Sapire no ha cambiado su óptica ni su preocupación. Ha encontrado mil maneras de fomentar nuestro conocimiento sobre la obra de Raymundo, con el norte claro del ejemplo, del paradigma.

No hay héroes, hay caminos. Si pensamos que el legado de Santiago Álvarez ha sido erigido por muchos cineastas, entre ellos Raymundo Gleyzer, seria necesario tener en cuenta qué movilizaba a estos directores que, si algo en común tienen es que sus discursos dan cuenta cual es la intención de su obra, de esta manera no debemos dejar de tener presente como se manifiesta que su propósito recala no solo en el cine, sino concretamente en el ROL del Cine. Y es en este sentido que podríamos pensar al cine no más que como un dispositivo (en tanto artificio, en virtud del cual se crean ciertas condiciones para que algo ocurra, un disparador). El cine, no solo representa, no solo muestra, sino, que al decir de Trotsky, el cine es un instrumento que se impone por sí mismo, siendo la mejor herramienta de propaganda, el arma de COMUNICACION más efectiva.

Cualidad innegable tanto de Santiago Álvarez como del Grupo Cine de la Base, grupo de cineastas entre los cuales estaba Raymundo Gleyzer, es la contundencia de su POETICA.
Es decir, si cada obra es un mundo, y si ese mundo incluye una concepción de la realidad, esta realidad contiene en sí misma una idea del “ARTE” y del lugar que el arte ocupa. Si lo entendemos estructuralmente, es imposible pensar en “ARTE” sin poética; pudiendo así, hallarse evidenciada tanto sea en la obra, en el despliegue de ésta dentro de un programa artístico, o expresada en manifiestos, tratados y códigos narrativos.

Volviendo al ROL del cine, si cada artista le otorga a su “ARTE” una determinada aplicación, y teniendo en cuenta las sensaciones de las que da cuenta Juana, haciendo mención a la “limpieza” de los films, aparece que lo relevante en Santiago Álvarez es su revolucionario código narrativo, que rompió con el montaje transparente, la historia fácil y la intención distractiva, es decir, con la tradición DIS-TRACTIVA, que sería, aquella que logra ser una tracción hacia otro lado, evita mostrar, o mejor, solo MUESTRA. Si el “verosímil” de una sociedad capitalista es más capitalismo, Santiago Álvarez le permite al “ARTE” que propugna la tradición revolucionaria dar cuenta de la insistencia ( INSISTE, en tanto está) de la cultura como parte de las necesidades de la lucha por la liberación humana; contra la afrenta capitalista en todas los ámbitos de la vida de las sociedades. INCLUSO EN EL “ARTE”.
Un atributo insoslayable en la obra de Santiago Álvarez, es la apuesta a TRANS-FORMAR, a permitir ver (Y PENSAR) de otra forma. Su aporte lleva a la acción la revolución que anunciaba, materializándose en su ámbito: el CINE.

Ejemplo clave de esta cuestión son los Noticieros ICAIC, ya que fueron posibles gracias a la necesitad coyuntural cubana y con objetivos decididamente políticos, no había voces que desde lo comunicativo, se sumaran al PROCESO REVOLUCIONARIO. Estos, que hoy pueden verse como cortometrajes, funcionaron como manifiestos de los temas que se abordaban. Es irrefutable que sus imágenes cobran valor por la posibilidad de testimoniar la realidad.
Pero, además de la cuestión política los noticieros materializaron el deseo de modificar la manera de mostrar los hechos, haciendo lúdico el montaje de las imágenes, y asignándole a las noticias una trama que permite hoy día la perpetuidad del suceso. Dejando en claro que una historia que evoca cierta realidad, al mismo tiempo es un discurso, que no son solo los acontecimientos referidos los que cuentan, sino la manera como se dan a conocer.

En definitiva, sus films exceden esa doble condición. Deja de ser un cineasta, para ser un conciente comunicador y formador ideológico, y llega a ser un cineasta revolucionario, pero antes que cineasta, es revolucionario. Y aquí el camino que antes mencionaba.

En palabras de Santiago Álvarez: “(...) veo por primera vez el traslado de mis sentimientos al cine. Veo el lenguaje del cine sirviendo para expresarme. Veo mi emotividad reflejada.”.

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