Especial Cine de la Base


Este mes, se publica el numero 1 de la Revista RDI. Esta revista digital es el nuevo proyecto de la asociación que reúne a realizadores integrales, directores, productores y técnicos de cine documental. Es un nuevo medio de difusión y discusión de teorías y practicas cinematográficas, en donde realizadores y teóricos problematizan las posibilidades del documental. También es un espacio que fomenta la democratización de la información, aportando datos para todos aquellos que quieran iniciarse en la realización documental.

Esta edición (que en rigor es la segunda, ya que tiene un numero 0), trae un especial sobre el grupo Cine de la Base, que fue realizado por Rev(b)elando Imágenes. Analizando las realizaciones documentales del grupo (y las primeras de Raymundo Gleyzer) este dossier intenta un nuevo aporte al análisis de esta obra fundamental. Son numerosos los trabajos que han rescatado la experiencia y la historia de esta cinematografía de los bordes, de la lucha. Ahora tenemos la oportunidad de indagar críticamente la obra en sí, sus aportes y sus apuestas.

Documentales que amplían los limites del cinematógrafo, de los roles del cineasta, de la experiencia de la realidad. Obra que indaga y nos indaga, que continua siendo de obligado visionado para entender nuestra realidad, y nuestra historia.

Esta colaboración que hemos realizado con la asociación RDI, es parte de la construcción de nuevos espacios para el cine que venimos entre muchos desarrollando. Tanto las publicaciones de RDI, como sus películas y trabajos son sumamente interesantes, y están marcando un camino posible para los nuevos realizadores. Es un placer poder participar de esta apuesta, de esta búsqueda, de este acto militante. Esperamos les sean de interés, y provoquen la participación en el análisis y la discusión.

A continuación, dejamos los enlaces con la revista, el especial y las notas.

RDI (Realizadores Integrales de Cine Documental)

CICLO RAINER WERNER FASSBINDER



FUNDACION CINETECA VIDA

p r e s e n t a

CICLOS DE CINE TODOS LOS JUEVES

en Boulogne Sur Mer 549 (Teatro IFT)

Tel: 49 63 75 91

cinetecavida@gmail.com


Atención e Informes:

Lunes a Viernes
de 16 a 20 hs.


Bono contribuición :
$ 6.-


CICLO RAINER WERNER FASSBINDER


JUEVES 24 DE JUNIO – 20:15 Hs.

EL ASADO DE SATAN


JUEVES 1º DE JULIO – 20:15 Hs.

DIOSES DE LA PESTE


JUEVES 8 DE JULIO – 20:15 Hs.

MIEDO AL MIEDO


JUEVES 15 DE JULIO – 20:15 Hs.

EL SOLDADO AMERICANO


JUEVES 22 DE JULIO – 20:15 Hs.

RULETA CHINA


JUEVES 29 DE JULIO – 20:15 Hs.

ATENCIÓN A ESA PROSTITUTA TAN QUERIDA


RAINER WERNER FASSBINDER
28 años sin 13 lunas...

por Hayrabet Alacahan

Soy un evadido,
luego que nací
en mí me encerraron
pero yo me fui

Mi alma me busca
por montes y valles
ojalá que nunca
mi alma me halle.


Fernando Pessoa


Rainer Werner Fassbinder fue un artista temperamental e inquieto, no sujeto a escuelas ni a tendencias determinadas, respondió al asunto que lo motivaba dentro de su íntimo concepto de las cosas sugerentes y determinadas por el momento emocional. Cumplió consigo mismo, antes que con la materia -esa materia que es a veces esquiva, pero que también sabe ceder satisfacciones a quienes la dominen-, estaba tan convencido por el proyecto imaginado que jamás miraba para atrás, siempre avanzó con una velocidad desesperada y nunca pensó tomar descanso en su camino. Al respecto fue muy claro cuando dijo: “ya dormiré cuando esté muerto...”.

De cualquier manera: ¡Cuántas cosas que no se ven pero ocurren en ese lapso en el alma de un creador! Aunque sí, se las verá: aflorarán, conscientemente o no, en su obra. Pocas veces me he planteado esta reflexión. Se está acostumbrado a valorar determinada obra como si ésta fuese actual, como si no perteneciese, en cambio, y por partes iguales, tanto al pasado como al futuro.

Creo que ese estar a medias entre la luz “lo que está por delante” y la sombra “lo que queda por detrás” se alimenta de las raíces de la permanencia, lo temporal más allá de las medidas del tiempo, lo que no sufre mudanza.

En un día gris, tormentoso -en tanto contemplaba otra tempestad no menos sonora, no menos visual, pero mental - la de Fassbinder a través de sus películas, recordaba -¿quién es capaz de acallar la memoria?- casi en la totalidad de su obra, en la que sus ideas saturaban a sus fotogramas. Él decía prácticamente todo lo que pensaba, sin preocuparse demasiado en los prejuicios ni en los principios.

26 años…, antes o después... Quizás sea el interrogante de que el tiempo existe o no. Lo más imaginable es que nos deje algo en el camino, para que nuestra búsqueda tenga algún sentido.

Con respecto a Fassbinder, ese misterioso discurrir de los días ha sido con él generoso, ya que ha dejado en sus composiciones visuales, justamente, una extraña alianza entre materia y misterio, entre dependencia y libertad, entre el acierto y el error, entre eso que los entendidos definen como “homo faber” y “homo ludens”, sin descartar al imprescindible “homo sapiens”.

Porque la obra de Fassbinder se halla, ahora más que nunca, inmersa en un clima. Ya se trate de sus argumentos, de sus personajes, de sus actores, de sus técnicos, de sus adicciones, de sus amores y odios, entre otros –cosas que lo obsesionaron, lo beneficiaron y lo perjudicaron y de las que se liberaba, siquiera ilusoriamente, mediante la catarsis que significaba filmar– de una soledad al desnudo o del paisaje más caótico que ecologista, tal cual lo que veía él, reflejos de dos estados anímicos: de su alma y de su mente. Ambas se han vuelto, en su trayectoria, cada vez más agudas, incansablemente, hacia la interioridad, por la misma razón, hoy su obra llega desde muy adentro. Y pensando bien: no tanto por sus temas (en el fondo, simples accidentes por más que se prefieran unos antes que otros), sino por la manera según la cual los trataba.

El contrapunto fundamental que debe resolver un director, el de las opciones, los contrastes e incluso las contradicciones entre la luz y la sombra que hay en cada escenografía a interpretar, hoy por hoy, está en la obra de Fassbinder, alguien que, con instinto, con sensibilidad (sobremanera con esta última) conocedor de todos sus secretos, poseía, para cada problema, la solución casi exacta. Fue un artista, dueño de una mirada vibrante, de una sensible sustancia con la que atrapaba e impregnaba con emulsiones las emociones en todas sus magnitudes. Fue un artista potente, turbulento, explosivo: cualidades que eran su forma de existir. A través de esas modalidades dejo un estilo de captar y transmitir sensaciones, estados anímicos, encuentros y desencuentros, que cautivan en su potencial, que demoran en torno a él con entusiasmo y plenitud, y que constituyen, en esencia, una luminosa y envidiable actitud ante la vida.

Quiso explorar el mapa del dolor humano en sus facetas múltiples -atravesado por el nervio, incansable, con su mirada desde la mirilla de la cámara- que se vuelven aun más dolientes para quienes hoy contemplamos sus películas.

En su obra, a medias sumergida en una densidad trágica, queda lugar para poca -por no decir nada- esperanza.

La ambivalencia (que en su caso no significa indecisión) retorna, con una insistencia inusual que exige que se valore como lo que realmente implica: nuestra dualidad, entre la condición de efímeros que nos caracteriza, y el fuerte y angustiante llamado a sobrevivir, a perdurar, aún a pesar de nosotros mismos.

En la actualidad, Fassbinder responde, entonces, a la más urgente pregunta de nuestro tiempo: la del necesario equilibrio entre esencia y existencia, cuando la primera parece a punto de quebrar el exclusivo interés de la segunda.

De allí el carácter melancólico y hasta nostálgico de su obra que intenta rescatar el futuro en función del pasado y no a la inversa. Sólo sabiendo que los valores estéticos –firmes, innegables- en su obra han echado raíces profundas, ávidas, en una dimensión inusual de la criatura: más en lo que no se ve que en la que se ve.

Lo de él es un valioso punto de partida con lo que intentó transmitirnos.

Y el artista, el creador, cuyo destino es el de moverse entre penumbras y entre vagos resplandores, está demás señalar, como Fassbinder hizo lo que
hizo, a costa de su duro e incomprendido modo de ser que lo caracterizaba.

Ya hace tiempo que no se ven años con trece lunas, ni personas que solo quieren que los amen…, pero y tristemente si muchísimos angustias que corroen el alma…

Crónica del Juicio


Sobre la declaración de Greta Gleyzer, hermana de Raymundo en la causa “El Vesubio”



Cinco de Julio. Diez y treinta de la mañana. En una sala de los tribunales de Comodoro Py, y con los comentarios de la eliminación del Mundial aun en boca de todos, va a declarar Greta Gleyzer, hermana de Raymundo (cineasta, miembro fundador de Cine de la Base, desaparecido por la última dictadura militar)
No habíamos asistido aún al juicio. Llegamos temprano, se estaba preparando todo. Nos sentamos en un cómodo sillón de cuero negro, donde había ya sentado un señor mayor, traje y cigarrillo con boquilla en mano. Nos preguntamos si sería uno de los abogados, uno de los acusados, un familiar. Al sentarnos, cambia su postura, y nos da la espalda, jamás nos mira (nos habría visto antes) Resultará ser el ex coronel Pedro Alberto Durán Sáenz, ex jefe del centro clandestino de detención El Vesubio, actualmente detenido, cumpliendo arresto domiciliario; y uno de los principales acusados de la tortura y desaparición de Raymundo Gleyzer, Haroldo Conti, Héctor Oesterheld, entre otros.
Nos levantamos, nos movemos hasta donde ingresa el público. Llegan los familiares de Greta, de Raymundo. Con un humor y comentarios (también sobre el Mundial) que nos sorprenden. Quizás por imaginar, estereotipadamente, el rictus canónico de un juicio, de quienes participan en él. Evidencian también, con su buen ánimo, un otro talante, una libertad en sus movimientos y comentarios, despojados de las formas encorsetadas de - cuanto menos- los militares.
Nosotros y la familia Gleyzer. Cuesta creer que al momento que se realiza el juicio por uno de quienes paradigmáticamente llevaron hasta las últimas consecuencias la relación arte y política, incluso por uno de los más célebres de los detenidos desaparecidos, casi nadie haya acompañando. Después llega un poco más de gente, otros testigos, amigos de la familia. Pero casi no hay público. Nadie de los que conciben que esa vida, esa muerte, más allá que no sea de la familia, los signa, los constituye, a ellos, a la Historia.
Ingresa Greta. Jura. Comienza a atestiguar. Habla de forma pausada, clara, contundente, con una memoria prodigiosa, trabajada, comprometida. No es dubitativa, ni conciliadora: “vengo a denunciar un asesinato”, son sus primeras palabras. Y enuncia, como por primera vez lo ya dicho, escuchado, repetido. Vuelve a decir, y refunda lo ya sabido: “Desaparecer personas, privarnos de su presencia, a una hermana de su hermano, a un hijo de su padre, al mundo de un artista, quién se arroga ese derecho”. Dice, y otorga, a eso ya dicho, una nueva capa de sentido. Permite un volver a extrañarse y actualizar, revivir lo indignante, cruel, arbitrario y a la vez sistematizado del proceso militar.
(Re)construye la biografía de Raymundo Gleyzer. Habla de sus inicios, sus logros, sus premiaciones. Intenta ponerlo en contexto, y así volver aun más manifiesta la “banalidad del mal”. Lo exiguo e infame de una reflexividad burocrática que asesinó a mansalva. Lo intenta, y en ese intento, el arte, el cine, ingresan a la sala, a un juicio por crímenes de lesa humanidad. Qué impensables, y a la vez qué redundantes y desactivadas resultan hoy estas relaciones: arte, política, violencia. Greta nombra a Antonioni, Fellini, Rossellini, quienes entre muchos otros firmaron una carta a la Junta Militar por la liberación de Gleyzer. Y la brecha parece volver a abrirse: ella se esfuerza, enfatiza, pero esas palabras, esos nombres, en los oídos de quienes tenían como misión aniquilar el virus marxista, evidencian una distancia infinita. Un trabajador de la cultura, no sólo un abismo de sospechas para una concepción maquinal-instrumental de la sociedad (como la de los militares y civiles de la dictadura), sino una implicación y praxis política hoy no menos escamoteada (rastros espectrales de esos años aun en nosotros)
Relata, narra. Recuperando (y no sólo ella, claro) la importancia, la necesidad del relato, del argumento, de la rememoración, siempre en presente, actualizada, de lo sucedido. Fundamental (fundacional) importancia, para ella, para nosotros, para nuestra Historia. Lo agradece, “son el primer tribunal que me escucha, todo esto es muy importante, sépanlo”. Dice, y los compromete, y carga de valor histórico a ese instante, a este juicio, a los juicios, estos, los que pocos presencian.
Y presenciarlos no es lo mismo que saber, informarse de ellos: estar allí, ver llegar a los ex militares esposados, charlando con sus abogados, verlos escuchar el relato de los testigos, que nuestros cuerpos compartan espacio físico con los que sobrevivieron, quienes atravesaron transes traumáticos, y con quienes disponían de esos cuerpos de modo criminal, tiene una carga experiencial, de comprensión, distinta, densa. Un sello, una huella que permite pensar lo mismo (vivirlo) de otro modo. Y así, actuar de otro modo, o simplemente actuar. Y al menos, sentir (como sentimos) la necesidad, la obligación de (en nuestro caso) ponerse a escribir, y tratar de transmitir y difundir lo allí experienciado.
Juan Ciucci y Sebastián Russo
Grupo Rev(b)elando imágenes
Para más información sobre el juicio sobre El Vesubio: www.cels.org.ar/wpblogs/vesubio
Sobre Raymundo Gleyzer y Cine de la Base: www.rdidocumental.com.ar/REVISTAMAYO/DOSSIER.htm