Casullo o la política del Acto

por Sebastian Russo


Ir o no ir al velatorio. Vivo a cinco cuadras de la Biblioteca Nacional, donde ésta noche están velando a Nicolás Casullo. Vivo a solo cinco cuadras, y más allá del ritual del velatorio, y su carácter familiar, íntimo, siento que debo estar allí. Siento que mi cuerpo debe desplazarse y llegar a acompañar los últimos momentos de un otro cuerpo que trasvasó largamente la esfera de su propia corporalidad, de lo individual, de lo privado. Acompañar los últimos momentos de un cuerpo que dejó de vivir, en tanto cuerpo, pero que por fundirse con su (la) historia, seguirá viviendo, seguirá produciendo, en tanto espíritu (crítico), potencia.

¿Pero dónde es que se debe estar? ¿Junto a quién? ¿Dónde disponer nuestros cuerpos? ¿Apoyando qué causa, qué lucha, a qué luchador?

Hace un tiempo, cuando el “conflicto con el campo”, un amigo me dijo que había visto a Casullo en la Plaza de Mayo, en una marcha apoyando al gobierno. Y pensé ¿qué está viendo Casullo que yo no logro ver? ¿Qué estaba viendo alguien que en los setenta era peronista, que luego tuvo que exiliarse, y que al volver abjuró del partido que en esta coyuntura de algún modo volvió a respaldar? ¿Qué hace que alguien –por caso, un intelectual- decida desplazar su cuerpo a una determinada acción, en defensa de un cierto estado de cosas?

¿Dónde uno está cuando pasan “las cosas” (esas, que fundan nuevos estados de cosas, esas, que al menos proponen discusión a ordenes que se propugnan naturales)? ¿Cuáles son esas “cosas”? ¿Cómo saberlo? En definitiva, en pos de constituirse sujeto histórico, político, ¿dónde, cuándo y cómo uno debe actuar?

Hay quienes marcan caminos, iluminan sendas. La apuesta política, la entrega corporal, el registro pasional, el compromiso crítico: sellos, marcas que interpelaron a (y se vieron interpeladas por) Nicolás Casullo, asi como a quienes lo rodeaban, a quienes él rodeaba. Rasgos poco presentes en tiempos contemporáneos, de desinterés por lo colectivo, de virtualidad y apatía, de consumos obsesivos. El “dónde-cuándo-cómo actuar”, fue resuelto por esta trama enunciativa/activa de gente, y pienso en la revista Confines, en el Espacio Carta Abierta (ámbitos donde Casullo fue piedra fundamental), a través del indestructible tándem reflexión/acción.

Actuar, en tanto disponer al sujeto, además de emplazarlo corporalmente, en una posición dentro del tejido social, dentro de la trama relacional, en suma, dentro de la política. Reflexionar (reflexionar-se, individual, grupalmente), en tanto promover una ponderación de la relación de fuerzas existentes, y evidenciar el propio lugar dentro de tal tensión. Si Nicolás Casullo me dejó una marca, podría rastrearla en el sostenimiento trágico de ese tándem, que no es otro que el del sujeto que se emplaza históricamente, y deviene actor político de la (su) historia.

Los velatorios son rituales. Rituales que quitan a la vida de una continuidad “natural”, otorgándole un extrañamiento reflexivo, afectivo. Quizás debería haber ido. Haber movilizado mi cuerpo hasta donde estaba su cuerpo, en la última oportunidad de hacerlo. Pero opté por escribir estas palabras, sosteniendo la impronta que gente como él ha dejado en mi (y en muchos otros) Reflexionar-actuar-volver a reflexionar-volver a actuar.

Una voz, un cuerpo, se acalló, se aquietó. Murió Casullo. Murió una voluntad de poder, una voluntad de hacer, de ser, de hacer ser(es). Quedamos nosotros, voces potenciales, cuerpos latentes: ahora es cuando (y donde)

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