CICLO RAINER WERNER FASSBINDER



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CICLOS DE CINE TODOS LOS JUEVES

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CICLO RAINER WERNER FASSBINDER


JUEVES 24 DE JUNIO – 20:15 Hs.

EL ASADO DE SATAN


JUEVES 1º DE JULIO – 20:15 Hs.

DIOSES DE LA PESTE


JUEVES 8 DE JULIO – 20:15 Hs.

MIEDO AL MIEDO


JUEVES 15 DE JULIO – 20:15 Hs.

EL SOLDADO AMERICANO


JUEVES 22 DE JULIO – 20:15 Hs.

RULETA CHINA


JUEVES 29 DE JULIO – 20:15 Hs.

ATENCIÓN A ESA PROSTITUTA TAN QUERIDA


RAINER WERNER FASSBINDER
28 años sin 13 lunas...

por Hayrabet Alacahan

Soy un evadido,
luego que nací
en mí me encerraron
pero yo me fui

Mi alma me busca
por montes y valles
ojalá que nunca
mi alma me halle.


Fernando Pessoa


Rainer Werner Fassbinder fue un artista temperamental e inquieto, no sujeto a escuelas ni a tendencias determinadas, respondió al asunto que lo motivaba dentro de su íntimo concepto de las cosas sugerentes y determinadas por el momento emocional. Cumplió consigo mismo, antes que con la materia -esa materia que es a veces esquiva, pero que también sabe ceder satisfacciones a quienes la dominen-, estaba tan convencido por el proyecto imaginado que jamás miraba para atrás, siempre avanzó con una velocidad desesperada y nunca pensó tomar descanso en su camino. Al respecto fue muy claro cuando dijo: “ya dormiré cuando esté muerto...”.

De cualquier manera: ¡Cuántas cosas que no se ven pero ocurren en ese lapso en el alma de un creador! Aunque sí, se las verá: aflorarán, conscientemente o no, en su obra. Pocas veces me he planteado esta reflexión. Se está acostumbrado a valorar determinada obra como si ésta fuese actual, como si no perteneciese, en cambio, y por partes iguales, tanto al pasado como al futuro.

Creo que ese estar a medias entre la luz “lo que está por delante” y la sombra “lo que queda por detrás” se alimenta de las raíces de la permanencia, lo temporal más allá de las medidas del tiempo, lo que no sufre mudanza.

En un día gris, tormentoso -en tanto contemplaba otra tempestad no menos sonora, no menos visual, pero mental - la de Fassbinder a través de sus películas, recordaba -¿quién es capaz de acallar la memoria?- casi en la totalidad de su obra, en la que sus ideas saturaban a sus fotogramas. Él decía prácticamente todo lo que pensaba, sin preocuparse demasiado en los prejuicios ni en los principios.

26 años…, antes o después... Quizás sea el interrogante de que el tiempo existe o no. Lo más imaginable es que nos deje algo en el camino, para que nuestra búsqueda tenga algún sentido.

Con respecto a Fassbinder, ese misterioso discurrir de los días ha sido con él generoso, ya que ha dejado en sus composiciones visuales, justamente, una extraña alianza entre materia y misterio, entre dependencia y libertad, entre el acierto y el error, entre eso que los entendidos definen como “homo faber” y “homo ludens”, sin descartar al imprescindible “homo sapiens”.

Porque la obra de Fassbinder se halla, ahora más que nunca, inmersa en un clima. Ya se trate de sus argumentos, de sus personajes, de sus actores, de sus técnicos, de sus adicciones, de sus amores y odios, entre otros –cosas que lo obsesionaron, lo beneficiaron y lo perjudicaron y de las que se liberaba, siquiera ilusoriamente, mediante la catarsis que significaba filmar– de una soledad al desnudo o del paisaje más caótico que ecologista, tal cual lo que veía él, reflejos de dos estados anímicos: de su alma y de su mente. Ambas se han vuelto, en su trayectoria, cada vez más agudas, incansablemente, hacia la interioridad, por la misma razón, hoy su obra llega desde muy adentro. Y pensando bien: no tanto por sus temas (en el fondo, simples accidentes por más que se prefieran unos antes que otros), sino por la manera según la cual los trataba.

El contrapunto fundamental que debe resolver un director, el de las opciones, los contrastes e incluso las contradicciones entre la luz y la sombra que hay en cada escenografía a interpretar, hoy por hoy, está en la obra de Fassbinder, alguien que, con instinto, con sensibilidad (sobremanera con esta última) conocedor de todos sus secretos, poseía, para cada problema, la solución casi exacta. Fue un artista, dueño de una mirada vibrante, de una sensible sustancia con la que atrapaba e impregnaba con emulsiones las emociones en todas sus magnitudes. Fue un artista potente, turbulento, explosivo: cualidades que eran su forma de existir. A través de esas modalidades dejo un estilo de captar y transmitir sensaciones, estados anímicos, encuentros y desencuentros, que cautivan en su potencial, que demoran en torno a él con entusiasmo y plenitud, y que constituyen, en esencia, una luminosa y envidiable actitud ante la vida.

Quiso explorar el mapa del dolor humano en sus facetas múltiples -atravesado por el nervio, incansable, con su mirada desde la mirilla de la cámara- que se vuelven aun más dolientes para quienes hoy contemplamos sus películas.

En su obra, a medias sumergida en una densidad trágica, queda lugar para poca -por no decir nada- esperanza.

La ambivalencia (que en su caso no significa indecisión) retorna, con una insistencia inusual que exige que se valore como lo que realmente implica: nuestra dualidad, entre la condición de efímeros que nos caracteriza, y el fuerte y angustiante llamado a sobrevivir, a perdurar, aún a pesar de nosotros mismos.

En la actualidad, Fassbinder responde, entonces, a la más urgente pregunta de nuestro tiempo: la del necesario equilibrio entre esencia y existencia, cuando la primera parece a punto de quebrar el exclusivo interés de la segunda.

De allí el carácter melancólico y hasta nostálgico de su obra que intenta rescatar el futuro en función del pasado y no a la inversa. Sólo sabiendo que los valores estéticos –firmes, innegables- en su obra han echado raíces profundas, ávidas, en una dimensión inusual de la criatura: más en lo que no se ve que en la que se ve.

Lo de él es un valioso punto de partida con lo que intentó transmitirnos.

Y el artista, el creador, cuyo destino es el de moverse entre penumbras y entre vagos resplandores, está demás señalar, como Fassbinder hizo lo que
hizo, a costa de su duro e incomprendido modo de ser que lo caracterizaba.

Ya hace tiempo que no se ven años con trece lunas, ni personas que solo quieren que los amen…, pero y tristemente si muchísimos angustias que corroen el alma…

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